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miércoles, 11 de enero de 2012

Sin salida, sin valor.

Noche fría, fría y oscura. La luz se acaba de ir y no le queda otra que esperar a que vuelva. Su única iluminación es la luz del móvil. Está tumbada en su cama, tapada hasta el cuello y mirando a la oscuridad, pensando. Pensando en él, en cómo han cambiado las cosas desde aquel día que se conocieron.
Sus ojos marrones radiaban de felicidad, su sonrisa siempre estaba hancha y enseñaba sus blancos dientes, gracias a él, un niño que la adoraba, la quería y la cuidaba. Siempre era atento y detallista; todas las noches juntos hasta altas horas, y al día siguiente, antes de ir al instituto, siempre se veían. Pero ese viaje lo cambió por completo. Ella estaba ansiosa por verle llegar a casa, tenía ganas de abrazarle, besarle y hacerle el amor. Pero él ya no estaba allí, había cambiado. Era diferente a como ella le recordaba. Desde entonces no se preocupaba, le daba igual todo lo que hiciera, se ponía borde con ella, y podía observar como a ella la trataba como a un juguete mientras que con las demás chicas las hacía reír. Ella no había vuelto a reír desde que él volvió, no hizo otra cosa que llorar y discutir con él cada vez que sus miradas se encontraban. Su mirada se iba apagando. Y desde hacía semanas, todas las noches, por su mente pasaba la idea de desaparecer de allí y no volver nunca. Pero había algo que la retenía. El amor... Seguía enamorada de él, a pesar de lo mal que lo estaba tratando seguía amando esos ojos que la volvían loca, su suave pelo entre sus dedos y añoraba las caricias que él le daba sobre su piel.
Un extraño ruido la hizo volver a su habitación oscura. Giró la cabeza y le vió, dormido al otro lado de la cama. Frunció el ceño y se levantó, se dirigió al armario y sacó toda su ropa para meterla en una mochila de deporte. Se puso un chándal sobre su pijama, las deportivas y el chaquetón. Hacía frío. Justo cuándo iba a salir por la puerta, la luz volvió.
-¿Dónde vas?-Dió un respingo al escucharle.
-No aguanto más esta situación... ¡Me ahogo! Necesito ser libre, volver a sonreír, reír.
-Está bien, vete, no te necesito.
Sonrió, por primera vez en mucho tiempo volvió a sonreír; abrió la puerta y cuando la cerró tras de sí y se vió fuera suspiró aliviada, ¡era libre! Por fin podría hacer lo que quisiera.
-Estoy esperando tu respuesta, ¿dónde vas?-Insistió él.
Se giró y volvió a verse en la entrada de su casa, con él delante, extrañado, sin saber lo que pasaba.
-No aguanto más esta situación... ¡Me ahogo! Necesito ser libre, volver a sonreír, reír.
-¡No por favor! No me dejes, te prometo que volveré a ser el mismo, no te vayas.-Las lágrimas empezaron a caer de sus ojos.-Te amo.
Ella se quedó en silencio, se acercó a él y lo abrazó. No podía irse, no podía dejarle, no tenía valor. Estaba atrapada, y una vez más, volvió a caer en la trampa de la promesa.
No había escapatoria.



   

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