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domingo, 28 de abril de 2013

¡Que llueva, que llueva!

¿Sabes esa sensación de sentarte en la porchá de casa de la yaya después de comer y ver como llueve? Así estoy yo ahora, relajada escuchando la tormenta, viendo las gotas caer con fuerza, y protegida porque sé que aquí dentro no me va a pasar nada. Lo malo de que llueva es que no podré ver a mis primos hasta que pare, a pesar de que viven aquí al lado. Pero hay una parte de mi que quiere que siga lloviendo, no sé por qué me gustan estos días, siempre y cuando yo esté dentro de alguna casa, resguardada y calentita.
Estos días me hace recordar que de pequeñita, cuando se iba la luz en casa por una tormenta me asomaba a la ventana y me gustaba pensar que los relámpagos eran los flashes de alguna cámara de fotos y los truenos los ángeles jugando a los bolos.
Mamá me decía que llovía porque las nubes estaban tristes, en cambio el yayo decía que los ángeles estaban haciendo pis. Jajajaja, sin duda me quedo con la respuesta de mamá a mi pregunta de "¿Por qué llueve?"


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