Querido yayo:
Hoy hace un mes que nos dejaste, pero tu recuerdo siempre
seguirá vivo en nosotros, porque allá donde miremos te vemos a ti.
Este mes ha sido duro para todos; cada vez que voy al campo
y no te veo sentado en tu silla de la porchá, o en el sofá viendo la tele a
todo volumen, se me hace un nudo en la garganta e intento no llorar, pero al
final las lágrimas me vencen y salen. El día que fuimos a recoger tu
habitación, lloramos al no verte más allí, lugar donde pasaste tus últimos días.
Pero cada vez que llueve, nos acordamos de ti, aunque ya lo
hacemos siempre, en ese momento más, porque como tú eras quién ponía el agua en
el campo, decimos que eres tú quién nos manda la lluvia.
Aún nos quedan fechas que pasar en las que tú no estarás,
como las Navidades o los cumpleaños. Pero siempre estarás en nuestras mentes, y
cada vez que nos reunamos para comer, seguiremos siendo catorce, porque tú
sigues con nosotros.
Siempre recordaré todos los abrazos y besos que nos diste a
mi y a los primos, sobre todo el último beso, y todo lo que hacías por
nosotros, por tu familia, por tus nietos, como construirnos un columpio o
incluso llevarnos en el tractor.
Puede que te hayas marchado, pero repito, tú seguirás
siempre con nosotros porque nunca te vamos a olvidar, ya que es difícil olvidar
a alguien como tú. Un buen hombre, un buen marido, un buen padre y un buen
abuelo.
Siempre con nosotros.
Te queremos.
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