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miércoles, 6 de febrero de 2013

50 sombras más oscuras. *

*[Si no te has leído 50 sombras más oscuras y tienes intención de hacerlo, no leas esta entrada. Si te lo has leído, o no tienes intención de hacerlo, puedes seguir.]
Mientras subimos los escalones hasta el jardín, me quito los zapatos. La media luna brilla resplandeciente sobre la bahía. Reluce intensamente, proyectando infinitas sombras y matices de gris a nuestro alrededor, mientras las luces de Seattle centellean a lo lejos. La casita del embarcadero está iluminada, como un faro que refulge suavemente bajo el frío halo de la luna.
Deambulamos de la mano durante un rato, envueltos en un silencio relajante. De pronto me quedo sin aliento, recordando la última vez que cruzamos el jardín bajo la luz de la luna en dirección a la casita del embarcadero Oh, quizá sea allí adonde vamos ahora. Sonrío.
-¿Qué pasa?
-Me estaba acordando de la última vez que me llevaste a la casita del embarcadero.
A Christian se le escapa la risa.
-Oh, aquello fue muy divertido. De hecho...
Y de repente se me carga al hombro, y yo chillo, aunque no creo que vayamos demasiado lejos.
-Estabas muy enfadado, si no recuerdo mal.-Digo jadeante.
-Anastasia, yo siempre estoy muy enfadado.
-No, no es verdad.
Él me da un cachete en el trasero y se detiene frente a la puerta de madera. Me baja deslizándome por su cuerpo hasta dejarme en el suelo, y me coge la cabeza entre las manos.
-No, ya no.
Se inclina y me besa con fuerza. Cuando se aparta, me falta el aire y el deseo domina mi cuerpo. Baja los ojos hacia mí, y el resplandor luminoso que sale de la casita del embarcadero me permite ver que está ansioso, no un caballero blanco ni oscuro, sino un hombre: un hombre hermoso y ya no tan destrozado al que amo. Levanto la mano y le acaricio la cara. Deslizo los dedos sobre sus patillas y por la mandíbula hasta el mentón, y dejo que mi dedo índice le acaricie los labios. Él se relaja.
-Tengo que enseñarte una cosa aquí dentro-murmura, y abre la puerta.
La cruda luz de los fluorescentes ilumina la impresionante lancha motora, que se mece suavemente en las aguas oscuras del muelle. A su lado se ve un pequeño bote de remos.
-Ven.
Christian toma mi mano y me conduce por los escalones de madera. Al llegar arriba, abre la puerta y se aparta para dejarme entrar.
Me quedo con la boca abierta. La buhardilla está irreconocible. La habitación está llena de flores... hay flores por todas partes. Alguien ha creado un maravilloso emparrado de preciosas flores silvestres, entremezcladas con centelleantes luces navideñas y farolillos que inundan la habitación de un fulgor pálido y tenue.
Vuelvo la cara para mirarle, y él me está observando con una expresión inescrutable. Se encoge de hombros.
-Querías flores y corazones-murmura.
Apenas puedo creer lo que estoy viendo.
-Mi corazón ya lo tienes.-Y hace un gesto abarcando la habitación.
-Y aquí están las flores-susurro, terminando la frase por él-. Christian, es precioso.
No se me ocurre qué más decir. Tengo un nudo en la garganta y las lágrimas inundan mis ojos. Tirando suavemente de mi mano me hace entrar y, antes de que pueda darme cuenta, le tengo frente a mí con una rodilla hincada en el suelo. ¡Dios santo... esto si que no me lo esperaba! Me quedo sin respiración.
Él saca un anillo del bolsillo interior de la chaqueta y levanta sus ojos grises hacia mí, brillantes, sinceros y cargados de emoción.
-Anastasia Steele. Te quiero. Quiero amarte, honrarte y protegerte durante el resto de mi vida. Sé mía. Para siempre. Comparte tu vida conmigo. Cásate conmigo.
Le miro parpadeando, y las lágrimas empiezan a resbalar por mis mejillas. Mi Cincuenta, mi hombre. Le quiero tanto. Me invado una inmensa oleada de emoción, y lo único que soy capaz de decir es:
-Sí.
Él sonríe, aliviado, y desliza lentamente el anillo en mi dedo. Es un precioso diamante ovalado sobre un aro platino. Uau, es grande... Grande, pero simple, deslumbrante en su simplicidad.
-Oh, Christian-sollozo, abrumada de pronto por tanta felicidad.
Me arrodillo a su lado, hundo las manos en su cabello y le beso. le beso con todo mi corazón y mi alma. Beso a este hombre hermoso que me quiere tanto como yo le quiero a él; y él me envuelve en sus brazos, y pone las manos sobre mi pelo y la boca sobre mis labios. Y en el fondo de mi ser sé que siempre seré suya, y que él siempre será mío. Juntos hemos llegado muy lejos, y tenemos que llegar aún más lejos, pero estamos hechos el uno para el otro. Estamos predestinados.

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