Mi musica

jueves, 29 de octubre de 2015

¿Sabes que te quiero?

Hace cientos de lustros, cuando existían caballeros y princesas, siervos y doncellas, armaduras y escudos, una preciosa chica buscaba el regalo perfecto para su amado. Tenía que ser el mejor de todos los que le había hecho porque se acababan de prometer. Pero, por más que pensaba y pensaba, no daba con el presente adecuado. Hasta que un día, mientras caminaba por el bosque, encontró un rosal. Era precioso, qué digo precioso...: ¡era majestuoso! Nunca había visto unas rosas tan enormes y bellas. Era el regalo perfecto. Sin embargo, cuando intentó cortar una de aquellas imponentes rosas, se pinchó en un dedo por el que comenzó a sangrar abundantemente. Y acto seguido, aquella preciosa muchacha cayó al suelo inconsciente. No sabía que lo que intentaba cortar era una rosa envenenada. Las horas pasaron. Su amado, al ver que no regresaba, decidió salir a buscarla. Cuando la noche se cerraba y la luna brillaba entre las colinas, el joven por fin encontró a la muchacha tirada en el suelo. Enseguida se dio cuenta de la herida que tenía en el dedo. También observó el rosal a su lado, y lo comprendió todo. Era un rosal mágico, se lo había oído a su abuela y a su madre, de esos de los que, si te pinchas con una de las espinas de alguna de sus rosas, duermes por el resto de tus días. El joven que había oído hablar de ese tipo de rosales mágicos, también había escuchado que existía una forma de despertar a la persona que se pinchara con sus espinas. Lo que necesitaba aquella joven para despertarse era sangre limpia. Lo que el joven había escuchado era que, para romper el hechizo del sueño, había que restregar en el dedo herido un pétalo del mismo rosal embadurnado de sangre de la persona querida. Así que el muchacho buscó algo con lo que hacerse una herida de la que conseguir su propia sangre. Se acercó a su amada y, de una de sus orejas, tomó uno de sus pendientes. Con la punta afilada de su pendiente rasgó la yema de uno de sus dedos por el que, inmediatamente, comenzó a sangrar. Se acercó con cuidado hasta el rosal y capturó un pétalo de la rosa más grande. Lo untó con su sangre y se agachó junto a la chica. En el dedo infectado, el corazón de su mano derecha, restregó el pétalo ensangrentado, rogando que su amada despertara.


No hay comentarios:

Publicar un comentario