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miércoles, 14 de noviembre de 2012

Los sueños, sueños son...

Aún no me lo podía creer, aquella llamada me sorprendió de verdad, pero más me sorprendió su mensaje. Al escuchar esas palabras salir de tu boca, casi me caigo a la cama de la emoción. ¿De verdad? Era increíble que de tantas admiradoras que tienes, me eligieras a mí. Una noche contigo, ¿qué más podía pedir? ¡Era como un sueño hecho realidad!
Por la tarde saqué toda la ropa del armario y empecé a probarme todo, para ver que podía ponerme, quería estar guapa para ti. Como suelen decir de las mujeres "salgo de la ducha, me visto, me cambio, me cambio, me cambio, me cambio y me voy"; así fui yo esta vez. Estaba de los nervios. ¿Qué me depararía esa noche? Pronto lo sabría. Al salir de la estación del metro allí te vi, de espaldas, esperándome. Y al girarte me entregaste una rosa roja, preciosa. Sin importar la gente que había alrededor, cogiste mi mano y te acercaste a mis labios fundiéndome en un cálido beso en aquella noche fría de otoño. ¿Qué más podía pedir? Una cena en aquel restaurante que tanto sabías que me gustaba, un paseo por el centro, y finalmente, sin saber como, terminé en tu cama. No sabía como sentirme, pero creo que era lo mejor que me pasaba desde hace mucho tiempo. El sueño empezaba a notarse en mí, mis ojos se iban cerrando poco a poco. Sonreí cuando te diste cuenta y rodeaste mi cuerpo con tus brazos. Morfeo llegó en el momento justo, cuando mi cuerpo se ajustó a tus brazos.
Al día siguiente, cuando desperté, tú ya no estabas, y yo... ¿Dónde estaba? En mi habitación, mi cama, con todas mis cosas alrededor. Tan solo había sido un sueño... Un maravilloso sueño.



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